
«Lo que ha hecho Whatsapp es crear una necesidad, consolidándose en su terreno, llegando a los usuarios de forma gratuita al principio para conseguir así expandirse y convertirse en líder -indica Mata-. Una vez que ha generado esa necesidad, pasa a ser de pago, algo que solo pueden permitirse aplicaciones con una cuota de mercado tan grande como la suya».

El caso Whatsapp recuerda a la estrategia que ha ido puliendo y perfeccionando inteligentemente estos últimos años Spotify. El hoy popular servicio llegó a los ordenadores presentándose como un programa de música en streaming. Gratis, sin descargas, legal. Y con un kilométrico catálogo de canciones y discos, de todos los géneros, de todas las épocas. Solo requería conexión a Internet. Cuando los que entonces vieron el cielo abierto ya se habían acomodado a la comodidad de este servicio, Spotify anunció que comenzaría a limitar las cuentas Free y Open -modalidades gratuitas que incluían publicidad cada ciertas canciones- a 10 horas de música al mes. Para el que quisiese más, la compañía reservaba la opción Unlimited y Premium por un módico precio. El siguiente paso llegó de la mano del boom de los smartphones. Sorpresa. La aplicación movil de Spotify solo podría ser instalada y utilizada si el usuario tenía contratada una cuenta Premium -10 euros al mes-. Estaba todo hecho. El gusanillo dentro del cuerpo. La necesidad anclada en aquellos que ya se habían acostumbrado a las bondades de la plataforma.
La Voz de Galicia, 10 de marzo de 2013